In grand halls we dance, yet our steps often lack intimacy;
we hurry through routines, yet seldom pause to embrace the moment.
Our playlists are lengthy, yet our dances feel shorter;
our moves are complex, yet our understanding remains shallow;
we admire many teachers, yet struggle to find our own rhythm;
we practice countless hours, yet our hearts feel less joy.
We've mastered difficult figures,
yet hesitate to simply walk hand in hand with a new partner.
We sync to the music with sophisticated sound systems,
yet miss the deeper connection of a shared silence.
Our dance cards are full,
yet our genuine engagements are few.
These are times of rapid and flashy movements
but slow spiritual awakening;
High displays but low patience;
Lavish shows but modest sincerity.
It's an era where appearances charm spectators,
and political correctness distracts our minds from the core value,
but the soul of the dance remains unseen.
Have we forgottne how to truly dance with heart?
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En grandes salones bailamos, pero a menudo nuestros pasos carecen de intimidad;
nos apresuramos a través de rutinas, pero rara vez nos detenemos a abrazar el momento.
Nuestras listas de reproducción son largas, pero nuestros bailes parecen más cortos;
nuestros movimientos son complejos, pero nuestra comprensión sigue siendo superficial.
Admiramos a muchos maestros, pero luchamos por encontrar nuestro propio ritmo;
practicamos durante incontables horas, pero nuestros corazones sienten menos alegría.
Hemos dominado figuras difíciles,
pero dudamos al simplemente caminar de la mano con una nueva pareja.
Nos sincronizamos con la música a través de sistemas de sonido sofisticados,
pero perdemos la conexión más profunda de un silencio compartido.
Nuestras agendas de baile están llenas,
pero nuestros compromisos genuinos son pocos.
Estos son tiempos de movimientos rápidos y llamativos,
pero de lento despertar espiritual;
grandes espectáculos, pero poca paciencia;
espectáculos lujosos, pero sinceridad modesta.
Es una era en la que las apariencias encantan a los espectadores,
y la corrección política distrae nuestras mentes del valor esencial,
pero el alma del baile sigue sin verse.
¿Hemos olvidado cómo bailar con el corazón de verdad?
Tango Zen
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